DE LA SELVA AL TERREMOTO



     Con los deberes hechos, o casi hechos, (Chimborazo que ganas te tengo), me quedo el fin de semana cerca del Chimborazo ya que la Chompita y su amiga Clau van a competir por parejas en el Chimborazo extremo, una carrera de bici de montaña de 60 km y unos 1500 m positivos que acababa en el refugio del chimbo.

    Seguí la carrera desde el coche del padre de la Chompita, viendo el paso de la carrera en varios puntos, y tras una gran remontada, desde el tercer puesto, que empezó en el km 20 la Chompita y Clau se hacen con la victoria sacándole más de 8 min a la segunda pareja. Tras la competencia, como les llaman aquí, volví a Baños en bus, donde por fin pude tomarme un té rooibos, y probar el arte ecuatoriano con las tijeras, mi melena era digna para la selva pero daría calor.  
  
     Fui a cenar con el colombiano de la agencia un clásico seco de pollo a un sitio que me llevo él, tras esto me mereció un masaje relajante con piedras volcánicas para irme a la selva como nuevo.

     Pasé toda la noche en el autobús y a la mañana siguiente amanecí en Lago Agrio, donde me recogieron y un mini bus me llevo al puente que da entrada a la selva, allí me recibió uno de los que serían los guías en la selva, pertenecía a la familia propietaria del lodge (edificaciones pequeñas, con materiales del entorno, que no provocan ningún impacto ambiental, vamos un hotel hecho a base de Cabañas) donde me alojaría. Tras registrarme en la oficina del parque natural tendría un trayecto de dos horas en canoa a motor, remontando el río cuyabeno, por sus oscuras aguas, la vegetación cada vez más frondosa, y sus incesantes curvas.
Efrain, el Gringo y yo

     En el viaje cada poco el guía va haciendo paradas para mostrarme la fauna y flora del lugar, voy observando diferentes razas de monos, y de aves. A la llegada al lodge me encuentro con un gringo (nombre con el que los ecuatorianos llaman a los turistas de USA) y un guía nativo de una tribu cercana, un crack, un fuera de serie, el gran Efrain. Esa tarde después de comer, pescamos un poco, más bien lo intentamos, solo Efrain consigue pescar una piraña, tras reposar la comida, salimos por el río Efrain, el gringo y yo para visitar el lago grande, de camino seguimos observando animales y tenemos la suerte de ver un delfín rosado, un perezoso, y varios monos y aves. Ya en el centro del lago Efrain se quita la camiseta y se tira al lago, yo pensé para mí, este tío está zumbado, aquí hay pirañas, caimanes, delfines rosados, estos últimos no acojonan comparados con los otros, y una especie de siluros que miden 5 metros. Nos mira y nos dice, tranquilos, aquí no hay nada que puedan comer las pirañas y los caimanes, todos viven en las orillas para comer a los monos y otros animales que descuidados se acercan a la orilla, yo me lo creí y no pude más que hacer que lanzarme de cabeza al agua, un poco acojonado, no lo niego, pero pronto se me pasó me relaje y disfrute chapoteando, allí, en medio de lago, allí, en medio de la selva, allí, en medio de la nada, donde no hay cobertura donde no hay luz eléctrica, allí, donde el tiempo se para, allí, donde silencio sólo lo rompe la música de la naturaleza, y allí, tumbados los tres en la barca, vimos cómo caía el sol.

En el lodge
     Ya a oscuras sacamos las linternas y nos fuimos a la orilla, para buscar el reflejo de los ojos de los caimanes, encontramos uno, de unos 4/5 metros, que flotaba imponente, y solo sacaba la punta de la boca respirar, nos acercamos a menos de un metro de él, infundía respeto, Efrain aportaba seguridad asique estaba tranquilo, es nativo, vivió toda la vida en la selva, sabe lo que hace, creció en la reserva de una tribu, conoce el río y todo lo que habita en el mejor que yo la tabla del 1.

     Después de esa experiencia regresamos al lodge para dormir. En la selva los días posteriores visite una tribu nativa, hicimos pan de yuca, pero la verdadera atracción era ver al chamán, el gringo y yo teníamos muchas ganas pero su hija nos dijo que se había adentrado en la selva para cazar. Volveríamos al día siguiente, pero el chaman no se encontraba en condiciones, estaba muy borracho, bajo los efectos alucinógenos de la ayaguasca, bebida que elaboran y usan para sus rituales.

     No pudimos presenciar los rituales de chamán, pero sin duda lo que más me llamó la atención de la casa del chamán, apartada del poblado de la reserva y medió adentrada en la selva, no fue su arcaica construcción de madera, si no que de una viga de sus cimientos colgaban dos bolsas de IKEA, llegue a pensar que el chamán era el diseñador de todos los artículos hechos con bambú que venden en IKEA. En la reserva también probé la carne de mono, y me adentré un poco en la selva guiado por Efrain el cual me dio a comer hormigas, que extrañamente tenían un sabor ácido como a limón.

     Tras todo esto el miércoles abandonamos la selva el gringo y yo y hacemos noche viajando a Quito. Nos despedimos en la terminal de bus, pero no sería la última vez que el gringo y yo nos veríamos.
Esta tarde visita la zona de mitad del mundo, donde se erige un monumento que representa la latitud 0 y marca los 4 puntos cardinales, allí me encontraría de nuevo con el gringo.

      Visitaría y haría noche en un pueblo llamado Mindo, que me dejo sin palabras, sus casas de madera y bambú, su calle principal adoquinada, el resto eran de tierra, localizado en el fondo de un valle, cuyas montañas vierten sus aguas al río principal formando numerosas cascadas, allí haría la ruta de las cascadas, un mapa turístico me orientaba en los desvíos y marcaba tiempos estimados, me dediqué a correr de una otra para ver qué tiempos podía hacer, y así pase un día entero, cascada va, cascada viene, mojadura va mojadura viene.

     Estaba en la carretera que conducía a la costa de Esmeralda y baraje ir el fin de semana a relajarme a la Costa, pero había dejado por ver Otavalo, uno de los pueblos más indígenas de Ecuador, y si mercado de sábado era nacionalmente conocido, tenía que comprar alguna artesanía en alpaca a mi señora madre, asique descarte a mi pesar el tirarme en la playa, los que me conocen saben que soy un culo inquieto, necesitaba movimiento, y lo que no sabía era que esa decisión me salvó de meterme en el epicentro del terremoto.
Faldas de rucu pichinga

    Tras hacen noche en Quito el sábado visitó Otavalo, su enorme mercado, calles y calles interminables de artesanía, allí pase el día, negociando, regateando y comprando. A mi llegada a Quito tras hacer el chekin online de mi vuelo de vuelta me acerqué al centro comercial para imprimir los billetes y paseando por el empecé a notar que el suelo vibraba, cada vez con más intensidad, la gente empezaba a correr, yo pensé, ostia un terremoto, mire sobre mi cabeza, creía estar seguro, y dije de aquí no me muevo, estoy en un tercer piso si esto se desploma ni de coña llegare a la puerta, asique quieto, inmóvil, observe como todo se movía, como la gente gritaba y corría, y tras un minuto de movimiento cuando todo paro, proseguir paseando como si nada, pero a los pocos minutos pensé, voy a mandarle un mensaje a mi señora madre que aunque sean las 4 la mañana, esto va a llegar a España pronto, además no sabía lo que había pasado fuera del centro comercial.

     Regresé a casa y la madre de la Chompita estaba muy asustada, intentó consultar en internet el alcance del terremoto y todo son malas noticias, la zona de Costa esta devastada por completo, el número de muertos no para de subir, decido publicar en el Face que no me ha pasado nada y nada más entrar la propia aplicación me pregunta si estoy bien después del terremoto, me sorprendió la rapidez ya que no hacía ni una hora. Por esta vez fue más que útil ya que con unas palabras pude avisar a mucha gente de que estaba bien.

Con la Chompita entes de viajar
  
   Quedaban apenas 40 horas para irme, 40 tristes horas, que pasaron lentas, con continuas noticias, malas noticias del terremoto. El día antes de volar cogería el teleférico para elevarme hasta las faldas del rucu pichincha y contemplar la inmensa ciudad de Quito, algún que otro volcán a lo lejos, entre algunas nubes, y pensar que antes o después, espero regresar algún día, hasta siempre Ecuador


Jorge Sabugo Sousa

Viaje a Ecuador (El Chimborazo)



   Después de la subida al cráter del volcán Tungurahua tocaba una jornada de descanso. Pasaría el día en Baños, esta vez sería tranquilo, nada de puenting, cañoning ni cosas raras. Solo relax, paseítos, relax, aguas termales, relax, etc. etc. Jueves a primera hora, Ñato, el guía, me recoge en el hotel y nos dirigimos a Riobamba, donde visitaríamos la federación de montaña y practicaríamos un poco de escalada deportiva en él rocódromo con los futuros guías de montaña. Allí mismo comimos y pronto salimos hacia la reserva natural del Chimborazo. Una vez dentro llegamos al refugio, a una altitud de 4800m, donde esperaba aclimatarme un par de días antes de intentar la ansiada cumbre. 

Refugio
    El jueves por la tarde, paseo un poco por los alrededores, subo hasta los 5100m de la laguna cóndor cocha, cuyos alrededores ya están cubiertos de nieve. Ritmo lento, respiraciones profundas, parece que la altitud me respeta. En el refugio charlamos con un chico y una chica colombianos que intentarán esta noche la cumbre. Con alguna pequeña molestia por la altitud, y sabedor de que en la noche las sensaciones se agravan, me acuesto a dormir. 

   El viernes a la mañana en el comedor del refugio me encuentro a los colombianos, tuvieron que dar media vuelta cerca de los 5300m, uno de ellos iba fundido y se había quedado sin fuerzas. Esto no hacía más que agrandar mis miedos, intentaba centrarme, y pensar que mi adversario sería la altura, que el cansancio físico no podría conmigo. Esa mañana Ñato y yo salimos de la reserva natural para visitar unas termas y relajarnos. A las 12 del medio día volvíamos a estar en el refugio, donde Manolito nos servía la comida. 

Lago cóndor cocha
   Repito la operación del día anterior, pequeña caminata, le regaló a mis ojos las imponentes vistas, ahora sí, despejadas de la cumbre del Chimborazo, y como si de una historia de amor se tratase no paro de mirarla. También me deleito viendo pasar a las vicuñas, pastando impasibles ante la presencia de algunos pocos andinistas. Yo aún no me consideraba uno, pero estaba jugando a serlo.

    En la parte trasera del refugio un gran monumento de piedra marca el inicio de la ruta, y alrededor de él, numerosas lápidas, de algunos valientes que un día lo intentaron por última vez, y de algunos otros que habiendo coronado muchas veces, su última petición fue esparcir allí sus cenizas, ver semejante cementerio me hacía pensar que debería, aunque me costase, ser sensato y no jugarme la vida, queda mucho por hacer. Pronto me acostaría, la idea era levantarse a las 10 de la noche para a las 11 iniciar la marcha. Ya en el cuarto, con alguna hora de sueño encima, aparece un nuevo guía acompañado por dos chicos que también buscarían la cima.

Vicuñas
    Veo la preparación y el material que trae esta gente, y suma 1 millón más al contador de acojone que tengo. Pero seamos sinceros, soy cazurro, por mis santos eggs (huevos en castellano, para los que no saben inglés) que lo intento, eso sí, siempre con cierta sensatez. Esta vez la línea que separa la sana autoconfianza de la insana arrogancia sería realmente fina, debería medir muy mucho mis decisiones. Tras una pequeña charla con los nuevos compañeros todos nos echamos a dormir, esperaba una dura noche.

    A las 10 de la noche suena mi despertador, y junto con Ñato bajamos para comer algo, los compañeros de habitación aunque tenían previsto dormir hasta las 11 también bajan. Tras picar algo decido salir el primero, ya con el arnés colocado, casco en la cabeza y empuñando los bastones, ganas mil y acojone un millón salgo al ruedo. Conozco el camino al menos hasta el lago, así empezaría suave, concentrándome en la respiración, pensando en que no hay mal de altura, caminaba en solitaria por aquel sendero oscuro y en mi cabeza una voz decía una y otra vez no hay mal de altura, no hay mal de altura, y poco después sale mi guía que me alcanza antes de llegar al lago. El otro grupo saldría una media hora más tarde.

    Sobrepasado el lago y un poco por encima de los 5100m, hacemos un alto técnico para colocarnos los crampones guardar un bastón y sacar el piolet. Empezamos un ascenso bastante vertical, la nieve esta blanda y nos vamos enterrando a cada paso, eso hace más duro aún si cabe el ascenso, y también peligroso, un mal paso y deslizarse por esa pared no iba a ser nada divertido, o quizás sí, siempre y cuando no nos hiciésemos daño. La cosa empezaba a cambiar cuando íbamos ganando altura, la nieve seguía en bastante mal estado y la altura ya empezaba a ser sería como para cometer un descuido y resbalarse. Hacemos una parada técnica, y le mando un trago de té de coca para prevenir el mal de altura, no había rastro de él, o al menos no se manifestaba como dolor de cabeza. Después de esta parada, reiniciamos la subida esta vez ya encordados. Busco apoyarme con él piolet en el lado de monte y bastón al lado del valle, por la longitud de ambos, y en uno de esos cambios, bye bye manopla derecha, al sacar la dragonera del bastón saco también la de la manopla que se me cae al suelo y se desliza montaña abajo. No la volvería a ver, la echaría de menos. Proseguimos el ascenso, cada vez más duro, cada vez más cuesto, llegamos a la zona del castillo donde hacemos una pequeña parada. Ya por encima de los 5400.

    Bebemos un poco, media barrita cortesía de la Cochadora, y proseguimos la cordada. De repente se oye un ruido metálico, de mi mochila se desprende el termo, y cae ladera abajo, bye bye té de coca, la única bebida caliente que llevaba, sabía que mi agua se acabaría congelando, y no era muy conveniente deshidratarse. Proseguimos la cordada lentos pero seguros, todo a partir de aquí sería vertical, muy vertical, más vertical aún si cabe. Me voy sintiendo agotado por momentos, y necesito hacer paradas cada poco tiempo, Ñato me animaba diciendo "metele ñeque”, se lo había oído tantas veces que tuve que preguntarle. Es una forma de animar como diciendo venga échale ganas, o el ya clásico español échale huevos. Ñeque a ñeque fui subiendo, pero la nieve seguía blanda y nos seguíamos undiendo.

    Ojo al GPS y superamos los 5500, ñeque a ñeque, mordisco a mordisco de barrita, ya con el agua congelada, sigo undiendome en la nieve blanda. Avanzamos lentos pero seguros, la zona es peligrosa y se oye alguna piedra que otra caer. Llegamos a los 5600, eran casi las 3:30 de la mañana y casi 5 horas de ascenso. Empiezo a darme cuenta que no va a ser posible coronar, la nieve está demasiado blanda y avanzar en ella es muy peligroso, y más peligroso aún sería el descenso cuando saliera el sol. Empiezo a notar, o más bien, dejo de notar mis dedos de las manos por el frío, intentó calentarlos a base de golpes, de movimientos ágiles, de frotarlos con mis piernas. 

    Seguimos con el ascenso, poco a poco, pero seguro, vamos ganando metros verticales, pero aún está muy lejos la cima, empiezo a sentirme sin fuerzas, parte quizás efecto de la altura, no me duele la cabeza pero me faltan fuerzas, hacía tiempo que no me sentía tan desfondado. Cada poco necesitaba parar, para tomar un respiro, cada vez eran menos las zancadas que podía dar sin parar, mis manos tensas no eran capaces de cerrarse rodeando las empuñaduras del bastón y el piolet, y acabó desfalleciéndome clavando las rodillas sobre la fría nieve y mi cabeza dice hasta aquí. Mi físico empezaba a limitarme y tardaría mucho en coronar, mis dedos empezaban a preocuparme, a preocuparme de verdad, los tenía morados, no podía cerrarlos y solo pensaba en la posibilidad de perder alguno, y sinceramente no sé vosotros pero yo quiero más a mis dedos que a la cima del Chimborazo.

    Allí de rodillas, exhausto, desfondado,  se me escapan las lágrimas, lágrimas de tristeza, lágrimas de impotencia, lágrimas de dolor, lágrimas del fin,  lágrimas que se congelan al llegar a mi barba, asique haría lo más sensato, bajar. La nieve esta blanda y el descenso será peligroso, pero mis dedos me pedían velocidad, o más que velocidad, calor. Emprendemos un rápido descenso, jugándonos el tipo en ocasiones. A 5500 m nos encontramos con la cordada de los compañeros que suben, formamos un punto de reunión para analizar la situación. Uno de ellos me da unos saquitos que al friccionarlos producen calor, mucho calor, los introduzco en mis guantes y con mucho dolor parece que mis dedos empiezan a reaccionar. Les debo la vida, o mejor dicho los dedos, les debo los dedos a esos amigos ecuatorianos que el Chimborazo me dio. Tras unos minutos hablando nosotros proseguimos el descenso, la otra cordada quiere sacarse un poco el físico y ascienden un poco más para iniciar el descenso. 

Rápido llego al lago, me siento y como buenamente puedo me quito los crampones, los guardo  y desciendo por el sendero hasta el refugio, al llegar a la zona de las lápidas, las miro, y doy gracias a no sé que, por qué sigo aquí. 

Chimborazo

Chimborazo, esto te lo digo a ti, tenemos algo pendiente, no será ahora, no sé cuándo será, pero que sepas que algún día coronaré tu cima y una nueva crónica habrá.


Jorge Sabugo Sousa


Viaje a Ecuador (4ª parte)



DE LOS ILINIZAS AL TUNGURAHUA

 La mañana del viernes la Chompi me acerca a la estación  para  pillar un bus que me lleve hacia el puente jalambi. Ya en marcha me despisto y me pasó la parada, cuando me doy cuenta, le digo al conductor que pare, obedece ipso facto, me bajo, mochila a la espalda, cruzo la autopista, me tiro en la cuneta y levantó el brazo para darle el alto al primer bus que pasaba, el cual para y me monto para deshacer los 20 km que me había pasado, así funciona el  bus en Ecuador.  Ponte en una cuneta, cualquier cuneta, levanta el brazo al bus, a cualquier bus,  y parara, que te interesa donde va, te subes, que no le mandas seguir.
Jorge Sabugo
Así llegue al puente jalambi, donde cogería otro bus dirección chaupi, allí conozco un bombero que me muestra un poco el pueblo me ofrece alojamiento en un hostal ya que el día está cerrado y no se ven los ilinizas, también se ofrece para transportarme a la base de los ilinizas, el parqueadero de la virgen, claro está por el módico precio de 12$.
Allí me quedo en la pensión-tienda, hago unas compras y digo, al carajo, camino a pie. Mochila con ropa, saco, etc. a la espalda mochila de correr al pecho y pista. Cargado como un burro llevaría unos 20 kg aprox, comienzo a caminar, una pista empedrada que parecía que no pero picaba y picaba para arriba. A la hora me encuentro con el puesto de control de la reserva natural de los ilinizas donde registro mi visita. Prosigo el camino, y otra hora más para llegar al parqueadero de la virgen. Habían sido dos horas, 11 km y 1000 m positivos de ascensión, me encontraba bien y me había ahorrado 12$. Allí a ya 4000 m, empezaba lo serio, solo eran unos 4 km pensaba yo, y 700 m más de desnivel positivo. Comienzo a subir con calma consciente de que estoy a una altura a la que nunca me había expuesto, fácil y cómodo llego a los 4200, pero rápido empieza a pesarme todo, el cansancio se acumula y parece que quiere empezar a dolerme la cabeza.
Jorge Sabugo

Alto, que hay mal de altura?, no pasa nada, traigo conmigo hoja de coca, saque unas hojas y me puse a mascar, mientras progresaba paso a paso, pasito a pasito, bajo un aguacero cada vez mayor. La niebla se cerraba cada vez más y no veía más allá de unos 15 o 20 m. No me preocupaba, el camino al refugio estaba muy bien marcado, además era un único camino el que existía, era imposible perderse.
Sigo ascendiendo tranquilamente, 4300m, me planteo hacer una parada cada 100m de ascensión vertical, me planteo 30 min para cada 100 m verticales, parada incluida. Comienzo a seguir el ritmo que marcan los latidos de mi corazón, sin sobrepasar las 160 pulsaciones. 

Ilinizas con los Vascos

En 4400, dejo un poco de lastre, abandonó la garrafa de 5 litros de agua, no sería necesaria en el refugio y siempre podría bajar al día siguiente en un momento. 5 kg menos se nota, sigo poco a poco, muy poco a muy poco, el ascenso, sesteando, zigzagueando, culebreando, bastoneando, o como buenamente podía. El aguacero es intenso, y ya empiezo a tener  algo de frío. Parada a parada metro a metro me voy acercando, y tras un duro ascenso veo q mi gps marca los 4700m, ya con el dolor de cabeza por la altura, no divisó el  refugio, pero de repente  el sendero me lleva hacia un lado llaneando, seguro q me lleva al refugio, pensé yo, y en un improvisado trote doy con el refugio, con tantas ganas que casi se me saltan las lagrimas al verlo.

Entro dentro del refugio, estaba solo, me había cruzado en el ascenso al guardia y me había dicho que no estaría hoy. A duras penas consigo encender una vela, tenía las manos heladas, medió amoratadas, sentía un fuerte cosquilleo en los dedos cuando los tenía cerca de la vela. Me centré en moverlos enérgicamente y hacerlos entrar en calor. Me pongo a sacar cosas de la mochila cuando me doy cuenta que todo estaba mojado. Estaba tirado en un refugio solo, con todo mojado, pero de repente, ahí va pues, ostia Patxi, aparecen dos vascos, Óscar y Encina, ya éramos 3 pa montar la fiesta.

En la puerta del refugio un zorro descansa tranquilo, ni se inmuta ante nuestra presencia, debe ser el guardián, cansado de ver a gente como nosotros, se deja acariciar, incluso llega a comer de la mano de Encina. 
Rápido nos adentramos en el refugio y tras un buen rato de charla decidimos hacer algo de cena. Haciendo la cena tenemos una iluminación, montamos un tendal de ropa justo encima de los fogones, usando un poco de alambre.

Cenamos secamos algo de ropa y nos abrigamos como pudimos para pasar la noche. Con algo de dolor de cabeza, pero consigo dormir tranquilo. Me despierto a las 4 de la mañana por necesidades fisiológicas y cuando salgo, hay 3 o 4 dedos de nieve, las cumbres deben estar impracticables. Por lo que al despertar decidimos los 3 bajar de nuevo al pueblo, rápido bajamos al parqueadero de la virgen, como cambia tener que subir a tener que bajar. Seguimos la senda y llegamos a Chaupi, donde pillamos un bus que nos llevaría a la carretera panamericana donde nuestros destinos se dividirían, los vascos al sur, Baños, y yo al norte, Quito, a la base de operaciones para secar material y volver a organizarme. Salida turística por Quito y a dormir. 

Descenso del Turgurahua

Domingo vuelvo a viajar a Baños donde me reencuentro con la pareja vasca, casualidad de la vida se habían alojado en Jarvic, como yo, y como hablábamos vía wasup pronto nos encontramos. Compartimos comidas, cenas, sobremesas, tiendeo, experiencias, vivencias, aventuras y desventuras, llevan meses cruzando de México a Argentina y lo que les queda. También compartimos una mañana de Cañoning, con un monitor muy majo, Javier, su tía nos recibe en la zona de entrada al río llevando por sombrero un chambergo de la Legión, y es q el primo de Javier es legia, que pequeño es Ecuador pensé yo. Mañana de risas y disfrute en el río, tarde de relax y noche partiendo al Tungurahua, volcán que da sombra al pueblo de Baños con 5000 m de altitud, activo, humeante, hace unas semanas aún escupía lava. Parto con el guía Ñato y otros dos amigos suyos en coche hasta aproximarnos al camino que nos llevaría al refugio.
Partimos de 2700m y tras 3 horas caminando bajo un intenso aguacero llegamos al refugio, 1 km vertical más arriba, allí cómo podemos descansamos hasta el amanecer, y poco después de las 6 comenzamos el ascenso.
 
Avanzaba poco a poco, con miedo al mal de altura pero iba respetándome, quería hacer un pacto con el, él no entraría en mi cabeza y yo no lo nombraría en vano, parece que aceptaba.
Ascendía lento pero seguro era una enorme pared casi vertical de tierra suelta, en la que los pies se te Indiana por encima de los tobillos. Atrás había dejado la densa vegetación, que incluso en momentos llegaba a cerrarse sobre tu cabeza como de un túnel se tratase.

Sigo ascendiendo y la tierra se empieza a cubrir de nieve, esta blanda, no harán falta los crampones. Más arriba mis bastones se empiezan a encontrar con superficie dura, cuando me fijo, son pedruscos volcánicos, lava solidificada, de las recientes erupciones, llevaba horas y horas de ascenso sobrepasaba los 4700 que era mi récord hasta el momento, y la cabeza no daba mucha guerra. 


s en la tierra, lo miro atónito y me dice, aprovecha caliéntate, metí mis manos algo frías, la tierra estaba caliente, bastante caliente, era señal que estábamos cerca, cerca del cráter. Ya solo éramos tres, ya que uno había regresado por rozaduras de las botas, cuando de repente nos alcanzan un francés y una Argentina, que me tiro la moral por los suelos, subía con sus zapas Nike de calle sus mallas y un jersey de alpaca, eso sí, iba un poco a rastras por los suelos y sufriendo la dura pendiente pero hay estaba. Sobre la media mañana llegamos al borde del cráter a unos 4900m. El día cerrado de niebla no nos permite apreciar mucho, pero allí estaba. Había sacado el objetivo. No quiero liarme mucho, no quería tentar al mal de altura, alguna molestia pero leve, y decido empezar a bajar siguiendo las huellas de la subida. Cada paso me animaba más, bajar era facilísimo, y más para mí, con lo que me gusta, solo tenía que saltar y controlar hasta donde quería que mis pies se enterrasen y no meterme en una de las enormes grietas o quizás no llegaría a escribir esta crónica, perdía metros verticales rápidamente, y cuando me quise dar cuenta en poco más de media hora estaba ya en el refugio, había bajado en menos de 1 hora lo que había subido casi en 6. Parada técnica recompongo equipo me quito algo de abrigo y otra hora más de bajada. Para llegar al coche, encontrarme con el compañero que se había dado la vuelta, fan del atlético de Madrid y pendiente del partido ante el barsa. Pronto llegan Ñato y su compañero. Nos montamos en el coche y a media bajada paramos a tomar una cerveza y celebrar con un brindis la cumbre. 
Cañoning

Lo que quedaba de día os lo podéis imaginar, ducha, relax, asalto a la pizzería, he dicho pizzería, mierda. Anxo te prometo que era vegetal y una cocacola, que ya desintoxicado alguna vez presta. Hoy pronto a cama, mañana desayunare con Ñato y veremos que puede pasar con el Chimborazo. Por cierto se me olvidaba, después del cañoning me calenté y me tire del puente de san Francisco, eso sí atado. Sino quien cuenta estas cosas.
Un fuerte abrazo a todos los que leen mis aventuras, gracias por el apoyo y por el cariño.Gracias al club atletismo León y en especial al presi Jesús Linares que es el encargado de publicar editar y demás todo esto y con el consiguiente curro que lleva.
Salud y kilómetros compañeros, y un poquito de locura que no la voy a tener yo toda.
Jorge Sabugo Sousa